sábado, 8 de junio de 2013

San Buenaventura, el Doctor Seráfico


San Buenaventura nació en Bagnorea, Italia. Su nombre de pila era Juan de Fidanza. Hizo sus primeros estudios en París. Después de obtener la licenciatura en 1240 ingresa a la Orden franciscana de donde es el máximo representante como filósofo y teólogo. Ejerce el servicio de la educación junto a su amigo santo Tomás de Aquino. A sus treinta y seis años fue elegido ministro general de su Orden, convirtiéndose así en el séptimo sucesor de san Francisco de Asís. En 1273 es nombrado cardenal y al siguiente año fue legado papal en el concilio de Lyon, durante el cual muere el 15 de julio del mismo año, poco después de la muerte de santo Tomás.

              Durante la edad media san Buenaventura, junto a santo Tomás de Aquino, representan la cima del pensamiento cristiano. Es reconocido por su brillante intelecto, por lo que se le atribuye el titulo de Doctor Seráfico; y por su carácter piadoso y místico, lo que hizo que algunos lo llamasen Doctor Devoto. En él se puede ver un hombre intensamente intelectual y a la vez intensamente piadoso, sus contemporáneos lo califican también como un predicador elocuentísimo y humilde; sus reflexiones entre fe y razón dieron respuesta clara a problemas de su época.

            El interés de san Buenaventura fue en todo momento Dios, por eso todos sus esfuerzos intelectuales están dirigidos a Él. Su principal enseñanza está contenida en la obra “Itinerario de la mente hacia Dios”, en la cual presenta el conocimiento de Dios como un camino que debe recorrerse, se avanza por medio de la razón pero llega a su culmen en la contemplación mística; señala que por el sólo esfuerzo humano es imposible contemplar a Dios, la mente humana debe ser ayudada por la gracia para que alcance las verdades que le sobrepasan.

            La enseñanza del Doctor Seráfico le recuerda a nuestra sociedad científica que no se puede conocer a Dios por el puro acto intelectual, toda persona que intente alcanzar a Dios por vía puramente intelectual se verá siempre frustrada, pues la búsqueda implica todas las dimensiones del hombre; no consiste en saber los pasos que hay que dar para conocer a Dios sino en darlos efectivamente, por lo tanto el que quiera saber de Dios debe vivirlo antes que entenderlo. San Buenaventura deja claro la importancia de la contemplación y la supremacía del amor para llegar al conocimiento de Dios; bien lo decía su santidad el papa Benedicto XVI en su audiencia general del 17 de marzo del 2010: “(San Buenaventura) Sin renunciar en teología a comprender con la mente, no se detiene en la simple satisfacción del saber, pues se busca siempre conocer mejor al amado y amarlo cada vez más. Así el primado del amor es determinante, porque el último destino del hombre es, a fin de cuentas, amar a Dios. […] en este acercamiento (a Dios), habrá un momento en que la mera razón ya no puede ver más, pero donde el amor sigue vivo, dando claridad ante el misterio insondable de Dios”


Jesús Rincón 
I de Teología
 

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