ANÁLISIS
DE LA NOCIÓN DE LIBERTAD EN
LA
CARTA SOBRE LA TOLERANCIA DE JOHN LOCKE.
La Libertad ha sido y seguirá siendo un tema de
actualidad, en el cual debemos poner bastante atención, ya que son muchas las
personas que hablan y utilizan este concepto y en ocasiones se aprovechan de
él, porque a lo mejor les conviene; pero en realidad deberíamos preguntarnos si
se le respeta este derecho a las personas o sabe la gente qué significa el
término libertad con exactitud, o más sencilla la pregunta aún, ¿poseemos libertad?.
Este, sólo es un tema importante y fundamental para nuestras sociedades, sino
que también es indispensable para la relación de fe que existe entre Dios
(cualquiera que sea la creencia) y los seres humanos.
Para
analizar este concepto, se tomo como base el documento conocido bajo el nombre
de Carta sobre la Tolerancia, que engloban un conjunto de cartas que John Locke
(Filosofo empirista del siglo XVII) escribió entre los años 1689 y 1690 y que
ofrecieron en buena medida las bases ideológicas esenciales para su teoría
política, que fueron expuestas en las mismas fechas en dos Tratados sobre el
Gobierno Civil.
En
la Carta sobre la Tolerancia, son muchos los puntos que Locke expone y que
quiere resaltar para la sociedad y el pensamiento filosófico, como por ejemplo
cuando describe que el hombre debe ser un individuo libre y que tiene derechos
naturales entre ellos, tal vez los más importantes son: la auto-conservación y
su espiritualidad, que jamás deben ser violados por otras personas. Este
documento, desarrolla de forma muy precisa el concepto de Libertad individual y
hace una serie de críticas a la intolerancia y la coacción que tanto las
sociedades civiles (el Estado) y las sociedades religiosas (las Iglesias)
pueden llevar a cabo en contra del individuo y muestra un camino para que sea
lo contrario, es decir, el trabajo de estos en favor de los seres humanos.
El Estado, según Locke, tenía como fin, únicamente,
proteger los intereses civiles de los ciudadanos y no interferir en sus
creencias religiosas. La autoridad del estado encuentra un límite concreto en
la preservación de los ciudadanos, y las opiniones religiosas escapan por su
naturaleza a la competencia de la autoridad civil y merecen una absoluta y
universal tolerancia, debido a que existe una discordia entre la esfera de la
religión y la esfera mundana de la vida
política-social, por la diversa finalidad de cada uno de ellos: la política se
ocupa de la finalidad del estado, y la esfera religiosa del cuidado de las
almas que no puede pertenecer al magistrado civil.
Toda su filosofía parte de la idea de una ley
natural y a su vez ley de Dios y de la razón, que gobierna la naturaleza y es,
al mismo tiempo, la ley moral a que está sometida el hombre; el hombre está
capacitado para comprender sus deberes morales y el cumplimiento de éstos es
razonable. Los deberes y derechos morales a que obliga la ley natural son: la
vida, la libertad y la propiedad; y el Estado se debe preocupar por salvaguardar
al hombre con respecto a lo establecido para que tal mandato no parezca tan ido
de la realidad sino que sea visto y palpable; ya Platón había expresado: “el
Estado será una realidad, y no un sueño […] donde debe reinar la concordia.” Estos
derechos y deberes existen ya en el estado de naturaleza en que el hombre se
haya antes de iniciar la vida en un Estado político, y cuyos elementos básicos
son la libertad y la igualdad.
Locke, propone
y afirmará con tenacidad que los magistrados no tienen autoridad para
interferir con las decisiones individuales de las personas quienes eligen sus
propios caminos a la salvación eterna. Niega, por tanto, que la libertad de
culto degenere en libertinaje y rebelión; mucho peores son las consecuencias
nefastas que conlleva la persecución religiosa.
De
igual manera, Locke propone aspectos religiosos que ayudan al crecimiento
personal y humano de las personas con respecto a su creencia; Es decir,
“quienquiera que se aliste bajo el estandarte de Cristo, deberá, en primer lugar
y sobre todo combatir contra sus propias avideces y vicios. En vano pretenden
algunos el nombre de cristianos sin poseer la santidad de vida, la fortaleza de
costumbres y la benignidad y mansedumbre de espíritu.” (Carta sobre la
Tolerancia. p. 3) a esto se le añade algunas de las exigencias y condiciones
que el mismo Jesús pone en el evangelio: “Si alguno quiere seguirme que se
niegue a sí mismo, que cargue con su cruz de cada día y me siga” (Lc.9, 23).
Locke dice que la Iglesia “[…] es una sociedad voluntaria de hombres que se
reúnen de mutuo acuerdo para rendir culto público a Dios en la forma que ellos
juzgue que le es aceptable y eficiente para la salvación de sus almas.” (Carta
sobre la Tolerancia. p. 8)
Cabe
destacar que para todos los habitantes o los que conforman un Estado, a ellos
se le debe ver desde el mismo punto de vista que todos, y en el ámbito de
tolerancia entre Iglesia y Estado, es legítimo y no puede ser prohibido por
algún gobernante bajo ningún concepto a aquella, ya que si se hace, se violaría
los derechos de un determinado grupo de ciudadanos. Una vida buena dice Locke,
siendo materia que pertenece e incumbe a la religión y a la verdadera piedad,
atañe también al gobierno civil, ya que en ellas descansa la seguridad de las
almas y de la comunidad. Las acciones morales por lo tanto, acarrean tanto a la
jurisdicción externa como a la interna, es decir a la esfera del gobierno civil
y a la esfera de la iglesia, a la del príncipe y a la de la conciencia.
García
Ramírez Jesús Enrique.
Ii Teología.
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